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Te miras en el espejo de la otra y no sabes cuántos años han pasado, te sientas en su mesa, con su comida y sus pensamientos del mundo. Cuánto tiempo esperaron el encuentro, cuánto tiempo en lugares solemnes como Escandinavia, escuchando voces que se parecían dramáticamente a la suya, pero sólo eso: se parecían. Recordarás la vez que en el subte creíste que el pasado se te caía como un muro lleno de alambres, no supiste sino temblar y recorriste su cuerpa como en todos los sueños (cuando querías dormir y dormir pensando en que de esa forma inexorable verías lo que viste entre los pasitos apresurados en la mañana del subte); el cabello negro y largo, supiste de su tecitura, del estruendo de cristales rotos que escuchaste romperse dentro de tí, le miraste las manos buscándole el rojo brillante, te perdiste en los bordes que más bien eran sombras en la ropa, marcando el escondido encanto de sus senos púrpura.
Pero era otra, como siempre que caminabas y escuchabas y soñabas y veías, era otra; no tardaste en sentirte ridícula cuando su voz pidiendo la hora sonaba a otra cosa, o cuando los ojos que viste no tenían la caída de gancho que tienen los suyos, te sentiste maltrecha y rota.
Volviste al espejo y a la silla, cerrarías los ojos como sabrán las diosas quién sabe cuántos años, con fuerza lo hiciste, queriendo que al abrirlos, el aire se transformara y se hiciera poco a poco la silueta de su hacer el amor.
A veces llorabas, lo recuerdo, porque no había nada y ya sólo podías quedarte en un rincón besando lo único que te quedaba: (sus) recuerdos.
Te lamentabas por no saber si pasaste más años con o sin ella, esperándola o despertando a su lado, olvidabas detalles que antes eran el pan de la cena, tenías tanto miedo, temblabas. Cómo lo recuerdo.
Y un día, con tu vestidito rojo saliste de nuevo de casa para ir a morir, te sentaste tarareando alguna música y ella tenía sus uñas en tu espalda, la boca seca y toda la eternidad contenida en la piel… Abriste los ojos, esta vez sin contar hasta siete ni pretender nada… y ahí estuvo, frente a tí, esperando con los silencios que eran de las dos.
Te caíste del muro con todas tus lágrimas encima.
Y te quedaste…
⚢
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