yellow bokeh lights

Las brillas

Pequeñas brillas oscuras recorren un salón lleno de silencio, saltan sobre su cojera y tiñen la niebla con ruido. Tienen un brazo en la cabeza y la nariz en el pie, toman unos maletines delgados que guardan secretos, ahí salen en la noche de las luciérnagas a cantar sonetos, y nadie las mira porque dicen que si te cruzas con sus ojos de púa, conocerán lo más profundo de tus constelaciones. Sí, si te miran directo a la retina absorben todo, hasta lo que no sabes de ti, y entonces lo guardan en la delgadez del maletín y saltan sin patas a contarlo cantando. 

Una vez vi a una señora que paseaba con un perro, se ve que recién llegaba de visita, porque a esas horas todas nos escondemos en la maleza, en un hongo, en las paredes húmedas de las casas, y ella ahí haciendo la calle, con sus zapatos marrones caminando y mirando, como quien no sabe que va a morir.

Escuchó entre el andar de sí, un sonido como de teflón, uno que naturalmente no era suyo y en suerte de reflejo su cabeza fue a dar a la alcantarilla de la calle 16. Ahí estaba una brilla, era la séptima, que había llegado a ser la sabia de la colonia. Como esta señora marrón no sabía nada del lugar, no hizo por evitar los ojos-púa y la gente dice que se oyó un grito ahogado, un golpe, el andar apresurado de patitas de perro y finalmente el silencio.

Todos sabían lo que pasaba en esos lugares pero nadie decía nada: las luces se apagaban, las niñas eran mandadas a la cama con apuro, las cortinas se cerraban y todas, dentro de sus paredes cristalinas, jugaban a la fogata, a la tacita de té y a las fugitivas de horrores.

En realidad todas vivían cómplices porque en el fondo sabían que el pueblo se alimentaba de los secretos que las brillas contenían y cantaban. Por ejemplo, el molino de maíz solamente funcionaba con trescientos treinta y cuatro cantos de brillas, la escuela normal superior contaba con una clase especial (y secreta) para las brillas más viejas, los juegos del parque mantenían su hermosura gracias a los secretos milenarios que pasaron en cada generación de la brilla 11. Y así sigue la lista. Todo el lugar se alimenta de secretos. Y sin secretos, no habría lugar.

Por eso nadie hizo o dijo nada después de saber lo que le sucedió a aquella visitante marrón. Su familia no volvió a ser la misma -dicen- pues recién llegadas, ya eran de nueva cuenta unas exiliadas.

Yo lo vi todo. Por eso me atrevo a decirlo así, de esta manera escondida y casi metafórica. Sí, estaba en la 16 metida debajo de una roca, pues la hora brillante me agarró sin aviso, entonces escuché un «tac tac tac» de zapatos y un «tic tic tic» de patitas, puse los ojos vigilantes y vaticiné el porvenir. Cuando la mujer metía la cabeza en la alcantarilla, una luz parpadeante empezó a salir de ahí, su intermitencia dejaba mirar algunas imágenes poco nítidas, pero luego se hizo fija. Ahí, en ese pequeño cuásar, se dejó observar un cordón grueso colmado de lágrimas, una balanza con un trozo de algodón de un lado y una uva del otro, las cosas eran confusas -como podrán no-distinguir- pero como es sabido, entre los secretos que se guardan también hay deseos, cosas sin sentido aparente, rostros sin nombre o nombres sin rostro.  

Así fue pasando todo, como en una película de recuerdos y secretos, hasta que llegamos a una niña sentada al costado de un lago, ella mordía con frialdad una manzana verde y al rato tarareaba una música, medio masticando, medio musicalizando; sacaba su libro de historias (que por supuesto ella escribía) y repasaba su historia definitiva.

La historia de la página 7 a la 16 era su favorita, solía repasarla en ese lugar donde la escribió y la leía cada viernes, ahí mismo, a veces le hacía algunas modificaciones que creía pertinentes, a veces puntos, a veces toda la historia y a veces, unas poquísimas veces, la historia le parecía acabada.

Esta historia que la niña leía a lado del lago, y que salía de la luz de la alcantarilla en una franja primero intermitente y luego fija, era sobre una señora de zapatos marrones que llegaba a un pueblo de brillas.






2 respuestas a «Las brillas»

  1. Avatar de La💜
    La💜

    Gracias por compartirnos tantas de las misteriosas magias de las brillas con este precioso escrito. Me encanta tu escrita, soy tu total admiradora 💜 Gracias por las imágenes fascinantes que nos ofreces a tus lectoras. Hermosa visión la del «cordón grueso colmado de lágrimas, una balanza con un trozo de algodón de un lado y una uva del otro». También me encantó esta parte: «como es sabido, entre los secretos que se guardan también hay deseos, cosas sin sentido aparente, rostros sin nombre o nombres sin rostro.»

    Hermosa sensación leerte, es como ver pinturas, naturalezas muertas y retratos «poetificados» por tus letras tan cuidadosas, perlitas preciosas, cristalitos brillantes en si mismas. Gracias por regalarnos tu escrita 🌼😍✨

    1. Avatar de itzeltal

      Qué lindas palabras e imágenes. Gracias 🌿

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