Hay un capítulo en el libro que se llama «La puerta»

Ella entra, sonríe y deja caer la pesadez de la calle, da unos pasitos discretos por el pasillo que conecta todo este espacio, se descalza, pone la tetera y se despeina un poco. Es una especie de ritual de final del día. Mira a la ventana, quizá espera a que llegue la nieve de este año o quizá lo que espera es la vuelta al hogar, se pierde un rato en el horizonte hasta que el pitido le anuncia que el agua está lista.

Se sienta en el sillón rojo y usa la taza como calefactor de manos, no tiene televisión, se rehúsa a enajenarse de ese modo, prefiere imaginar una pintura, alguna una obra que seguramente al cabo de unos días comenzará a materializar.

La interrumpo con una llamada, yo, que he imaginado su final del día, le hablo a la distancia sobre los horarios cambiantes, ni siquiera sé la hora por allá, menos mal que no la desperté, le cuento sobre mi suspicacia en el mercado, mi espinaca brotando en las macetas, la hidropónica, mis sueños donde la miro y ella me besa el cuello. Hay segundos en los que pienso que en realidad no hablo con nadie, ¿descolgué el teléfono? ¿marqué hacia algún lado? pero si ella me ha respondido, incluso respondió con el idioma de esa tierra, quizá por costumbre, pero ¿qué es este silencio? ¿se cortaría la llamada? Su respiración me vuelve a conectar con la realidad, es su presencia la que me da certezas de la vida. Lo último que le he dicho es que soñé que la miraba y ella me besaba el cuello, apenas terminé la frase ha soltado un gemido breve pero profundo que me atraviesa la piel, el deseo.

¿Para qué decir más en este instante? Ninguna puede volar al país donde está la otra y vivificar el sueño. Lo sabemos y hacemos silencio, pero la imagino cerrando los ojos, elevando el brazo izquierdo hacia el techo, suspendida en un solemne momento. Puedo ver su cuerpo, cada pliegue de su ropa, su cabello oscuro, los labios suaves, agrietados por el frío… Abre los ojos y sorbe, yo soy una espectadora de sus movimientos.

Ahora es de noche, ella duerme y soñará que la he imaginado al final del día, que le he llamado para contarle que soñé que la miraba y ella me besaba el cuello.

Así de infinito es este hilo…






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