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La ciudad tiene un ritmo, un tiempo, un espacio que me agotan. A pesar de haber transitado tantos años esa ciudad, de ir y venir, de correr, de pasar hambre, de ajustarme al humo, los ruidos, los aromas, las miradas lascivas, a pesar de los años en los que fui exprimida por esa ciudad en algo que llamaríamos la vida cotidiana, a pesar de que llegué a creer en el disfrute de algunas marchas, fiestas y salidas urbanas, a pesar de que la cuerpa vivió en carne propia la ciudad y la ciudad consumió vívidamente la cuerpa, hoy me agota irremediablemente.
Hablar de hoy es hablar de memoria. El cúmulo de experiencias violentas, atroces y agotadoras en esa ciudad, hoy se expresan con presencia absoluta, sin miramientos, sin tregua. Y es que mi cuerpa reconoce la atrocidad, mi cuerpa ya no negocia la ternura.
He ido a la ciudad en estos días y la cuerpa habla desde la noche anterior; sudores, incomodidades, insomnio, pesadillas. No, no y no, no creo en el diagnóstico de la ansiedad, creo en que la cuerpa habla porque reconoce, la cuerpa expresa, la cuerpa sabe. La cuerpa habla con el proceso nauseabundo de enlatarse para ir a la ciudad, habla con la nariz tapada que se niega a respirar semejantes podredumbres, habla de ceño fruncido y tensión muscular, habla cuando sabe que debe estar atenta: te avientan, te gritan, te mal miran, te pasan por encima. La ciudad es un reloj de acero.
La cuerpa siente el martilleo que a dentelladas acaba con cualquier esperanza en lo llamado humano, siente las pinzas que desangran la contemplación y la caricia, siente la basura rasgando la lengua, la faringe, el estómago, el bazo, los intestinos. La cuerpa siente la abrumadora fuerza de odio de una cultura masculina que ha creado un espacio en el que la vida no puede florecer.
La delimitación del espacio y el tiempo
en el que convergen todos los odios
que surgen
del gran odio primordial
Imágenes sensoriales
dolor
destrucción
explotación
uso
desecho
La geografía brutal
llevada al extremo
el monumento al odio
es la ciudad
Mujeres cargando bultos
habitando distancias
con las rodillas destrozadas
lo mismo que los sueños
que alguna vez
no tuvieron
Mujeres cargando bultos
mercancias
hijos
esposos
tumores
Sistema rapaz
hombre rapaz
Zona de guerra.
He ido a la ciudad y sigo en duelo. La cuerpa habla desde la pérdida de energía que es la ciudad, desde la urgencia de salir de la ciudad, desde la tristeza de caminar por la ciudad, desde la desesperanza de reconocer la urbanización de todo, la patriarcalización-capitalización-heterosexualización de todas.
He ido a la ciudad y he regresado de ella, exhausta, enferma e infeliz. La ciudad me trastoca la cuerpa entera, esta cuerpa que se niega a ser brutalizada.
Otoño, 2022
⚢
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