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Una cuerpa nacida en la herida, en el ciclo de dolencia, cicatrización y reapertura, esa es una cuerpa rota a la que le han coartado la existencia viva.
Renuncio al aullido seco, al dolor de pecho, a la noche sin fondo.
Renuncio a las fuerzas ajenas de historias paralelas.
Renuncio al sitio vacío que el tiempo cuenta.
Renuncio a enemistarme con la soledad.
Renuncio al pasado tal como renuncio al futuro.
Renuncio a las palabras deshonestas.
Renuncio sobre todo a la obsesión y al exceso.
Renuncio a la creencia ciega de que merezco vivir (en) la miseria.
Renuncio al espejo dislocado.
Renuncio a la maraña de ecos solemnes.
Renuncio a habitar la espera, la vuelta de quien se ha ido.
Y en la misma medida
Acepto que estoy viva. Acepto la vida.
Acepto testimonial de historias, la herida.
Acepto el viento de la mañana.
Acepto el vacío verdadero.
Acepto mis huellas marcando camino.
Acepto el aire alimento, fresco.
Acepto mi sangre, corriendo.
Acepto el fuego de mi espíritu, certero.
Acepto el agua de mis ojos, sin miedo.
Acepto la tierra en que he de convertirme, al momento.
Recibo la vida, sin religión, dogma o rimas, sin estructuras precisas.
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⚢
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